miércoles, 21 de diciembre de 2011

Lecciones del Pasado

The Economist publicó en su edición del 10 de diciembre un artículo sumamente interesante comparando la actual Gran Recesión con la Gran Depresión de los 30s. Existen varios factores en común entre los dos episodios, y el hecho de que la crisis económica vivida desde 2008 a pesar de su gravedad no ha llegado a ser tan perversa como la que inició en 1929, tiene mucho que ver con los esfuerzos de gobiernos nacionales y banqueros centrales, que han respondido de mejor manera esta vez.


Los períodos de contracción -durante los cuales la actividad económica de manera agregada se reduce- parecen ser una parte inevitable del ciclo de negocios. Esto quiere decir que, aunque la tendencia a largo plazo de una economía 'saludable' es a incrementar el nivel de vida de sus habitantes, en el corto plazo existen períodos de crecimiento rápido (boom) y de temporales contracciones (bust). Entre otras razones, los busts existen porque inevitablemente durante los booms, el crédito y la inversión crecen a un paso más rápido del que la economía puede sostener. Por ello, tarde o temprano tiene que llegar un período de corrección durante el cual el crecimiento de la inversión se reduce, se mantiene neutral, o se vuelve negativo, con el fin de alinearse de nuevo con el ritmo de crecimiento 'natural' de la economía.

Entonces los períodos de crecimiento y de contracción son naturales, pero no todos son de la misma magnitud. Y muchas de las acciones y no-acciones que los individuos, las empresas y demás instituciones que participan en la economía llevan a cabo pueden ampliar la severidad tanto de los booms como de los busts. La contracción de los 30s iba a ocurrir de alguna manera o de otra, pero los gobiernos y los agentes con poder financiero de la época pudieron haber hecho muchas cosas para menguar el impacto. Lo que sucedió fue lo contrario: debido a las acciones que tomaron y que no tomaron, los involucrados empeoraron de manera significativa la situación.

Del artículo:
Una opinión común entre economistas (sobre la Gran Depresión) es que la implementación simultánea de políticas monetaria y fiscal restrictivas volvieron una situación difícil en una terrible. Los gobiernos no cometieron ese error en esta ocasión (la crisis actual). En los 30s los gobiernos cortaron presupuestos y los bancos centrales aumentaron las tasas de interés; pero después del crash del 2008 esas políticas fueron casi uniformemente expansionarias. Después de la Depresión la cooperación internacional se colapsó -lo que condujo a guerras monetarias y proteccionismo- pero en 2008 y 2009 los líderes actuaron en concierto. 
Pero mirando más de cerca, el panorama es menos reconfortante. En dos áreas importantes -y relacionadas- los países ricos todavía pueden cometer errores que cometieron en los 30s. Se corre el riesgo de repetir la restricción fiscal que produjo la 'recesión dentro de la depresión' de EU en 1937-38. Y la crisis europea se parece demasiado al caos financiero de finales de los 1920s y principios de los 1930s durante el cual las economías cayeron como dominós bajo la presión de la austeridad, dinero escaso y la ausencia de un prestador de último recurso. Existen, en resumen, más lecciones que aprender.
Ben Bernanke -durante sus años en academia- estudió a fondo el episodio de la Gran Depresión no sólo en EU, sino a nivel internacional. Gracias a su trabajo de investigación, logró identificar varios canales por medio de los cuales los agentes económicos lograron agravar la situación. Por ejemplo, la ya citada política monetaria restrictiva basada en el gold standard le impidió a las autoridades hacer disponible a los bancos dinero que les hubiera permitido evitar crisis de liquidez que finalmente empeoraron el problema de solvencia existente. 

Asimismo, Bernanke encontró que crisis de liquidez -episodios durante los cuales bancos privados se ven obligados a liquidar activos con el fin de obtener suficiente fondos para redimir los depósitos de clientes temerosos- están altamente relacionadas con pánicos bancarios, los cuales por sí mismos también tienen un efecto en la severidad de una crisis en el corto plazo. Asimismo, las crisis de liquidez y pánicos bancarios, si son suficientemente fuertes, pueden volver a entidades saludables en insolventes, ya que en un pánico -cuando todos los bancos quieren vender activos al mismo tiempo- los precios de los activos bajan de forma dramática, dañando la posición financiera de todos los involucrados al mismo tiempo.

El ahora jefe de la Reserva Federal de los EU también encontró -y no fue el único- que durante la Gran Depresión los países que más rápido se dieron cuenta de la malignidad de mantenerse dentro del gold standard, decidiéndose a abandonarlo cuanto antes, tuvieron una recuperación más temprana y más robusta. Esto es porque los países que tercamente rehúsaban extraerse de la paridad con el oro estaban sujetos a una escasez de dinero que conllevó a episodios deflacionarios. Los países que experimentan deflación -una caída generalizada de precios- ven caer la actividad comercial debido a que el incentivo para los empresarios de invertir y aumentar operaciones se desvanece. Nadie quiere tener un negocio si los precios de los productos y servicios que ofrece están cayendo. 

Por otro lado, la deflación es perversa en una economía con altos niveles de deuda, ya que el valor de la deuda sube en términos reales. Adicionalmente, la deflación operó de manera particularmente perversa en los mercados laborales, ya que las empresas vieron caer los precios de sus productos -por lo que cada vez generaban menos ingresos- pero los salarios de sus empleados no cayeron al mismo ritmo debido a contratos previos que los sindicatos y organizaciones laborales de la época habían logrado firmar con los empresarios. Tomando todo esto en conjunto, resulta fácil apreciar la aversión de Bernanke a todo lo que huela a deflación, y su preferencia por inundar el mercado con dinero papel en vez de arriesgar tener demasiado poco dinero en circulación.

El mérito de una política fiscal expansionaria durante períodos de contracción económica es muy debatible. Parece una solución fácil dar a los gobiernos la responsabilidad de gastar en una economía en recesión o depresión con el fin de echar el sistema a andar. Pero en cuestiones económicas nada es gratis: si el gobierno gasta más, tiene que endeudarse más o cobrar más impuestos. Los inversionistas que le prestan al gobierno ya no pueden invertir en otra cosa; y los contribuyentes que pagan más impuestos ya no pueden gastar ese dinero en otras cosas. Aún dejando de lado estas consideraciones -que son muy importantes- un aumento en el gasto del gobierno, por muy considerable que sea, no siempre puede por sí mismo reactivar una economía. Muchas veces, como es ciertamente el caso de la crisis actual, otras soluciones serían mucho más efectivas; por ejemplo, restructurar deudas privadas o asimilar pérdidas. Estas medidas pueden traer dolor en el corto plazo, pero acelerarían el comienzo de una verdadera recuperación económica.

Entonces, existen diversos factores que afectan la severidad de crisis económicas, y diferentes factores tienen diferente impacto sobre la situación. La política monetaria puede aliviar episodios intensos -como pánicos bancarios y crisis de liquidez- pero no puede por sí misma solucionar una crisis de solvencia. Esta es parte de la razón por la que la recuperación estadunidense no ha logrado despegar de manera sustancial. En Europa la situación es peor, porque además de la mala situación estructural (altos niveles de deuda) que impide la recuperación económica, existen 17 países sujetos a una versión moderna del gold standard: la moneda euro.

Citando otra vez a The Economist:
Ser miembro de la eurozona, como permanecer dentro del gold standard, significa que los países con baja competitividad no pueden devaluar su moneda para reducir su déficit comercial. La austeridad trae consigo un círculo vicioso de contracción, que reduce la demanda local y aumenta el desempleo, daña la recaudación fiscal, provoca grandes déficits presupuestales y elimina la confianza en los bancos y en la deuda soberana. Mientras los residentes de la periferia (i.e. los países emproblemados) mueven su dinero a bancos en países más seguros, la cantidad de dinero en circulación disminuye, igual que en los 1930s. Las reuniones con países deudores no solucionan nada. No hay prestador de último recurso. Aunque la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera (el mecanismo de rescate de la eurozona) ha llegado más lejos que el mecanismo equivalente durante la Gran Depresión -al cual se parece demasiado- los líderes de la eurozona todavía no encuentran la manera de incrementar sus fondos de €440 mil millones (billions) a €2 billones (trillions). 
Aún si lo lograran, podría no ser suficiente para eliminar el pánico. Debido al caos en los mercados italianos, los inversionistas están anticipadamente reduciendo sus posiciones relacionadas con bancos y bonos soberanos de otros países de la eurozona. Aún países con economías relativamente robustas con Francia y Holanda no se han salvado. Sin importar qué tan segura parezca la posición fiscal de un país, una crisis de liquidez de corto plazo causada por pánico puede llevar a cualquier economía a la insolvencia.
Y con esto parece haberse dado el banderazo de salida en la carrera por escapar del euro. Los primeros serán mejor recompensados. ¿Qué están esperando? Al mal paso hay que darle prisa. Una vez que pase lo peor, todo el mundo podrá finalmente concentrarse en la recuperación.

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