miércoles, 2 de noviembre de 2011

Marginalización Creciente

El periodista norteamericano Robert Neuwirth, quien a menudo comenta en su blog sobre comunidades marginadas, publicó recientemente en Foreign Policy un fragmento de su nuevo libro. En él, Neuwirth expone sobre la creciente importancia de la economía informal a nivel global:

Solía ocurrir que la economía informal era pequeña -un puñado de mujeres vendiendo zanahorias en un mercado para obtener algunos centavos. Era la economía de los desesperados. Pero con comercio creciente y cada vez más globalizado, la economía informal también ha aumentado. Hoy, la economía informal es la economía de los aspirantes. Ahí es donde se encuentran los empleos. En el 2009, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico... concluyó que la mitad de los trabajadores del mundo -casi 1,800 millones de personas- trabajan en la economía informal: de manera no-oficial, en empleos no-registrados y no-regulados, con retribución en efectivo, y casi siempre sin pagar impuestos.

El tamaño de la economía informal de cada país es difícil de medir, pero el periodista menciona un tamaño estimado de la misma de $10 mil billones de dólares. Como referencia, la economía más grande del mundo, la de EU, 'mide' $14 mil billones. Esa cifra de $10 mil billones casi seguro que subestima el tamaño de la economía informal, pero aún así sirve para ubicar al sector extra-legal como la segunda economía más grande del mundo, muy por delante del segundo lugar oficial, China, la cual 'mide' $5,800 billones de dólares.


Debido a varias razones, pero principalmente debido a la crisis económica y financiera que no abate y que afecta a un número creciente de países, el sector informal en todos los rincones del planeta sigue creciendo también:
En muchos países -sobre todo en el mundo en vías de desarrollo- la economía informal está creciendo más rápido que cualquier otro sector de la economía, y es una fuerza creciente en el comercio internacional. Aún en países desarrollados, después de la crisis de 2008-09, la economía informal se reveló como un importante mecanismo de defensa. Un estudio de 2009 por Deutsche Bank encontró que los habitantes de países europeos con mayores porciones de su economía faltas de regulación y licencias -en otras palabras, ciudadanos de países con las economías informales más robustas- tuvieron una mejor crisis en 2008 que sus contrapartes en países con mayor planeación central y regulación más estricta. Estudios de países latinoamericanos demuestran que la gente desesperada se tornó al sistema informal para sobrevivir durante la más reciente crisis.
El resto del fragmento es más o menos una celebración de parte de Neuwirth del hecho de que la economía informal haya servido como refugio para las masas afligidas por la crisis. Presenta variada evidencia anecdótica de participantes de la economía informal que se valen de valentía y espíritu emprendedor para explotar un nicho económico. Proveen servicios, venden productos, emplean trabajadores, llevan registro (sólo para uso personal) de sus operaciones, y en ocasiones incluso logran expandir su negocio, siempre manteniéndose al márgen del marco legal del país donde operan.

El ingenio y la capacidad de las personas para ayudarse a sí mismas a salir de la pobreza es admirable. Pero el crecimiento de la economía informal es en sí una mala noticia. Idealmente, la legalidad de la economía formal sirve para ofrecer un marco regulatorio transparente, para ayudar a hacer valer contratos, proveer acceso a financiamiento, ofrecer una red de seguridad social, facilitar la cooperación entre diferentes miembros de la cadena productiva y para promover la competencia en los mercados con el fin de beneficiar a los consumidores. Si los participantes de la economía informal logran, con la ausencia de todo lo anterior, tener éxito en el marco extra-legal, resulta deprimente intentar calcular el costo de oportunidad de que no se involucren en la economía formal.

La culpa, obviamente, no es de los 'informales'. Lo que se vive en el mundo actual, en países desarrollados y en vías de desarrollo por igual, es reflejo de un sistema formal que le ha fallado a sus participantes. Muchos gobiernos no han sabido respetar los límites de su derecho impositorio. Al mismo tiempo abusaron, con fines políticos, de su poder sobre el gasto público, y fallaron en implementar sistemas tributarios simples, transparentes y justos. Tomando todo esto en cuenta, no resulta sorpresivo que un número creciente personas decidan abandonar la economía formal por la informal. 

Yendo aún más lejos, salta a la vista la pregunta de qué es lo que se supone que debían hacer los millones de personas que perdieron su empleo debido a la crisis y que vieron su red de seguridad social ser desmantelada gracias a recortes presupuestarios de parte de gobiernos que se ahogan en deuda. Estas personas no tenían muchas alternativas. La economía informal, con todas sus fallas, en el corto plazo les provee una manera de mantenerse a sí mismos y a sus familias.

No es fácil existir en la economía informal. Es difícil obtener asistencia médica; los empresarios pueden ser presa fácil de organizaciones criminales; los contratos que existen sólo son de palabra y difíciles de hacer valer; no hay sistemas sociales ni de educación pública; no es claro quién invertirá en bienes públicos como calles, iluminación, sistemas de transporte y demás infraestructura. Estos defectos del sistema informal se traducen, bajo condiciones ideales, en los beneficios de pertener al sistema legal, con la obligación de pagar impuestos que ello conlleva. Pero si ese contrato social se hecha a perder, volvemos al mundo de 'cada quien por su cuenta'.

Debido a la falta de acción decisiva de las autoridades respecto a cómo lidiar con la crisis de deuda soberana, la situación económica a nivel mundial seguirá siendo negativa por un tiempo indefinido. Pero cuando finalmente haya pasado lo peor de la crisis, deberá surgir un nuevo concepto del estado nación, con reglas más claras y fáciles de seguir, que permita la inclusión de personas antes excluidas por el sistema. Que les permita existir en el marco legal, con las obligaciones y beneficios que ello implica. Si eso no ocurre, corremos el riesgo de perpetuar y ver crecer la desigualdad que existe entre diferentes sectores de la población: los que pertenecen a la economía formal y los que se ven obligados a operar al márgen de la misma. Los que tienen voz política y los que no. Los que tienen seguridad financiera y los que no.

Hemos visto que ante los golpes atestados por la crisis económica, muchos ingresaron a la economía informal para sobrevivir. Pero muchos otros optaron por protestar por su derecho de inclusión: en países desarrollados como España, Grecia y EU la gente ocupa las calles y marcha con el objetivo de hacer oír sus quejas; en los países árabes la gente se levantó, de forma pacífica o violenta, contra regímenes que hace mucho se volvieron sordos. Pero ambas manifestaciones tienen sus raíces en el fenómeno de la desigualdad. El economista Nouriel Roubini escribió recientemente:
Aún cuando las protestas no comparten un tema unificatorio, expresan en diferentes maneras las serias preocupaciones de la clase media y trabajadora sobre sus prospectos de cara a la creciente concentración de poder en la élite económica, financiera y política. Las causas de su preocupación son claras: alto desempleo y subempleo en países avanzados y emergentes; capacitación y educación inadecuadas para los jóvenes y para los trabajadores que tienen que competir en el mundo globalizado; resentimiento contra la corrupción, incluso en su forma legalizada de cabildeo; y un alza marcada en desigualdad de ingreso y de riqueza en países avanzados y en países en vías de desarrollo con rápido crecimiento... 
Cualquier modelo económico que no se ocupe adecuadamente de la desigualdad enfrentará, tarde o temprano, una crisis de legitimidad. A menos que los papeles económicos relativos del mercado y del estado sean rebalanceados, las protestas de 2011 se volverán más severas, e inevitablemente la inestabilidad social y política terminará afectando el crecimiento y bienestar económico a largo plazo.
Esperemos, por el bien de todos, que no lleguemos a esa última instancia. 

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