Recientes eventos y análisis de los mismos sugieren que la clase media está sufriendo una transformación tanto en países ricos como en países en vías de desarrollo. El resultado último de estos procesos tendrá implicaciones importantes para el concepto de estabilidad social en diferentes comunidades y países, así como para las relaciones entre naciones.
En los países ricos, aún antes de la crisis, la clase media se estaba rezagando respecto a la clase alta. En la época de la posguerra, viviendo bajo sistemas relativamente protectivistas que erigieron barreras contra el comercio internacional y el desplazamiento de labor a países con mano de obra más barata, era relativamente fácil obtener un trabajo en manufactura que requería de los empleados un nivel de habilidad mediano y le recompensaba con un sueldo y nivel de vida comfortables.
Al avanzar hacia la segunda mitad del siglo XX, bajo la atmósfera cambiante del fin de la Guerra Fría, las barreras proteccionistas bajaron, la desregulación creció y el comercio internacional, así como los flujos de inversión de países ricos a pobres, crecieron considerablemente. Esto trajo como consecuencia la erosión de la clase media en países ricos. Trabajadores que laboraban en industrias manufactureras vieron sus sueldos disminuir en el mejor de los casos, o sus empleos desaparecer en el peor de los escenarios.
El panorama económico de los países ricos cambió casi de repente, pero los paradigmas de la clase media no se adaptaron tan fácilmente a esa nueva realidad. La clase media de estos países parece seguir teniendo la mentalidad de que puestos de trabajo que ofrecen niveles de salarios 'decentes' son un derecho, y no algo que se tiene que ganar. Por otro lado, aún el contar con títulos universitarios no es garantía para los jóvenes de encontrar un trabajo bien remunerado al graduarse. El avance tecnológico desmedido de los últimos años ofrece parte de la explicación de este fenómeno. En el corto plazo, los avances tecnológicos propiciaran el 'desplazamiento' de personas que antes hacían un trabajo que ahora una máquina o una computadora puede hacer de manera más rápida y eficiente.
Lo anterior ha traído como consecuencia la erosión de la clase media en los países ricos. Han visto disminuir su porción del ingreso generado año con año, su riqueza ha disminuido, y los prospectos para sus hijos son peores que los que la generación mayor enfrentó cuando ellos eran jóvenes. La crisis financiera ha acelerado el proceso de erosión y la rapidez con que la clase media se ha dado cuenta de lo que esta pasando. Esto explica en parte el surgimiento de movimientos de protesta como el de Occupy Wall Street, que expresan el descontento de miembros de la clase media con un sistema capitalista que los ha dejado atrás.
En los países en vías de desarrollo, la historia es diferente. El desplazamiento de inversión y puestos de trabajo de bajo nivel de los países ricos a los pobres trajo como consecuencia el crecimiento de la clase media en los países de bajo ingreso. Poco a poco se ha ido solidificando la importancia de la clase media en los países en vías de desarrollo, con importantes consecuencias políticas. La fuerte relación entre la salud de la democracia y la salud de la clase media de una sociedad se remonta a las observaciones de Aristóteles, y está bien documentada por estudios de investigación.
Pero pareciera que la generación de riqueza no es por sí misma condición suficiente para el florecimiento de la democracia. Está el caso de un país como Rusia, que cuenta con gran riqueza de recursos energéticos, pero no ha sabido involucrar a una porción creciente de la sociedad en el sistema económico y que presenta un sistema de gobierno oligárquico y autoritario. Está el caso de India, que a pesar de ser en papel una democracia, ha visto crecimiento económico no gracias al sistema democrático, sino a pesar del mismo. Ese país se encuentra inundado de burocracia y corrupción, pero presenta señales de esperanza al ver despertar movimientos alimentados por la incomformidad. Y ni qué decir del caso de China, que avanza a pasos gigantescos, pero siempre bajo el peligrosísimo acto de balanceo que representa mantener mantener el pie en el acelerador sin olvidarse de mantener absoluto control sobre lo que su población hace, dice y piensa.
Vivimos en tiempos interesantes, en los que en los países ricos se observa el descontento de la clase media con un sistema democrático que ha sido raptado por intereses corporativos, que asigna cantidades enormes de dinero a cabildear para cambiar las reglas del juego en su favor y compra a las autoridades políticas para garantizar que serán los intereses corporativos, y no los de la ciudadanía, los que serán mejor cuidados por los oficiales electos. Esto demuestra que nada es eterno, y que, como dijo Thomas Jefferson, 'el precio de la libertad es la eterna vigilancia'. No sólo el sueño americano, sino el sueño del desarrollo, está bajo amenaza. Depende de la clase media rescatarlo.
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