The Economist publica en su edición más reciente un breve perfil del panorama que se les presenta a los países latinoamericanos en el corto y mediano plazo en lo referente a crecimiento económico. En general las noticias son buenas, pero también se incluye una nota de precaución en cuanto a no dejarse llevar por el optimismo y caer en la complacencia.
El corto plazo presenta mayor peligro que el mediano y largo plazo. Si la crisis de deuda en la Unión Europea no se resuelve de manera ordenada, lo que se puede esperar que ocurra antes de que termine el año corriente es que tarde o temprano llegará un shock parecido al que ocurrió cuando cayó Lehman Brothers en 2008. Un evento de ese tipo obligaría a inversionistas, compañías privadas y bancos a sacar fondos que tenían invertidos en países emergentes para cubrir pérdidas incurridas en Europa y para protegerse de la sequía de liquidez que seguramente golpearía al mundo financiero a nivel global. En ese caso, los países emergentes verían salir divisa extranjera, caería la inversión, se devaluarían sus monedas, y se podría caer en recesión y aumento de desempleo.
Ese sería el peor de los casos, y aún bajo esa posibilidad, los países latinoamericanos cuentan con herramientas que les permitirían mantener la economía a flote:
Tras nueve meses de subir tasas de interés con el fin de enfriar la demanda, los bancos centrales pueden volver a cortar en caso necesario (aunque la preocupación por la inflación significa que no se apresurarían a hacerlo). Los déficits fiscales son relativamente modestos. Lo mismo va para la carga de deuda pública: excluyendo al Caribe, que se encuentra altamente endeudado, el promedio de nivel deuda es 32% de PIB, según la Comisión Económica de la ONU para Latinoamérica.
Por otro lado, una devaluación temporal de las monedas latinoamericanas le ayudaría a sus exportadores al hacer los precios de sus productos más atractivos en los mercados foráneos.
En el mediano y largo plazo, ante la caída de demanda en los países ricos, los países latinoamericanos deben buscar nuevas fuentes de crecimiento económico. Si los países ricos tienen problemas económicos y no pueden comprar bienes importados al mismo paso al que lo hacían antes, los países emergentes tienen dos alternativas: buscar mercados de exportación alternativos o impulsar el consumo interno. Afortunadamente, ambas opciones parecen viables.
…el principal motor de crecimiento para Sudamérica en particular ha sido la demanda china de sus minerales, alimentos y otras materias primas. Esa tendencia parece que continuará. Además, el crecimiento proviene cada vez más del consumo de los latinoamericanos mismos, gracias a miles de millones que escapan de la pobreza y se benefician de crédito recientemente disponible. Por ejemplo México, que sufrió más en 2009 y es vulnerable al bajo crecimiento de los E.U., tiene más oportunidad que los otros países de la región para incrementar el crédito interno.
Pero, ¿será suficiente para los países latinoamericanos depender de China y de sus mercados internos para crecer al ritmo que les permita seguir disminuyendo sus tasas de pobreza? La respuesta en el largo plazo es no. Lo que necesita Latinoamérica para crecer a ritmo sostenible es aumento en productividad (algo a lo que se ha hecho referencia anteriormente en este espacio aquí y aquí)
… la mayoría de los países (latinoamericanos) no ahorran ni invierten lo suficiente. Y no utilizan sus recursos de manera eficiente. McKinsey, una consultoría, publica que entre 1991 y 2009 la productividad laboral en Latinoamérica creció a un ritmo anual de sólo 1.4%, comparado con 3.9% en Corea del Sur y 8.4% en China. Las razones de este pobre desempeño incluyen el gran tamaño de sus economías informales, rígidas leyes laborales, falta de innovación en sus empresas y deficiente inversión pública en educación e infraestructura de transporte.
Es cierto que el panorama global presenta amenazas para el crecimiento de los países emergentes, en particular los latinoamericanos. Pero también es cierto que dichas amenazas externas son, hasta cierto punto, manejables. La verdadera amenaza es la complacencia y la falta de urgencia que se pueden presentar en los países latinoamericanos. Si estos fallan en implementar reformas estructurales en el ámbito laboral y de educación, y si no administran con mayor eficiencia sus recursos, eligiendo gastarlos en ganar votos y simpatías en vez de invertirlos en infraestructura y capital humano que impulse sus economías, entonces la culpa de una posible desaceleración del crecimiento residiría totalmente en ellos mismos.
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