La precariedad de la situación económica mundial no hace caso de fronteras. Cualquier país con un mínimo grado de apertura al resto del mundo sufrirá repercusiones ocasionadas por los eventos que acontecen en las economías tradicionalmente "ricas" como los Estados Unidos y la Unión Europea. México, cuya salud y crecimiento económico en gran medida dependen de su vecino del norte, de ninguna manera es excepción. Por el contrario, es un ejemplo perverso que demuestra que incluso países monetariamente disciplinados y fiscalmente responsables pueden verse golpeados por la oleada de problemas económicos de economías foráneas.
Es cierto que independientemente de la situación económica mundial que se ha vivido desde 2008, México podría (debería) estar creciendo económicamente a tasas más altas de las que ha realizado. Pero poniendo eso de lado por un momento, también es cierto que México ha sido un país que ha implementado exitosamente disciplina fiscal y monetaria. Mientras lo anterior no es suficiente para alcanzar crecimiento a ritmo acelerado, definitivamente es necesario, y hay que reconocer el buen trabajo que se ha hecho en esa materia.
Pero si Estados Unidos sucumbe a una segunda recesión México se verá gravemente afectado, tal como ocurrió hace un par de años. La razón es la sobredependencia de la economía mexicana de la estadounidense. A pesar de ser un país con el número más grande de tratados comerciales internacionales, México no ha sabido (¿podido?) diversificar sus exportaciones. La diversificación, como cualquier inversionista lo sabe, es el factor clave en la diseminación de riesgo. Ningún inversionista que se jacte de serlo, y ninguna economía que busque crecimiento sostenible a mediano y largo plazo, debe poner todos sus huevos en una sola canasta.
Y en pocas palabras, eso es precisamente lo que menciona el Wall Street Journal aquí. La salud de un individuo (léase: economía) no es factor determinante en su riesgo de contagio. El contagio puede ocurrir en gran medida gracias a factores externos y, en muchas ocasiones, a la mala suerte. México creó su mala suerte al fallar, por décadas, en diversificar sus exportaciones.
Un síntoma relacionado con este asunto de la maligna incertidumbre económica a nivel internacional es el del flujo de migrantes. Se reporta que el flujo migratorio en México se redujo a prácticamente cero entre Marzo de 2010 y Marzo de 2011. En otras palabras, el número de personas que ingresaron a México durante ese período y el número de personas que se fueron de México fueron prácticamente iguales. Esto es un gran cambio respecto al punto más alto del boom migratorio mexicano, que se dió aproximadamente en 2006-2007 (y no es coincidencia que ese periodo marcó el fin del boom económico en Estados Unidos), cuando el equivalente a 0.53% de la población de México se fue del país.
Esto no es sorprendente. La gente responde a incentivos. Cuando la economía estadounidense experimentaba crecimiento (aún cuando ese crecimiento no fuera sostenible), los migrantes mexicanos tenían grandes incentivos por probar suerte en ese país. Al tomar decisiones, las personas siempre sopesan los costos y los beneficios. Es cierto que puede ser costoso cruzar las fronteras de manera ilegal, pero el beneficio potencial, en ese momento, era demasiado grande. Tan grande, de hecho, que para muchos migrantes el beneficio cancelaba el riesgo de perder incluso la vida al tratar de cruzar la frontera.
Pero esto ya no aplica en la actualidad. La economía estadounidense está creciendo a cuentagotas y presenta riesgo de caer en recesión de nueva cuenta. El sector de bienes raíces ha sufrido una corrección tremenda y los precios de las viviendas siguen bajando, así deprimiendo todo el mercado (mercado que empleaba a un gran número de migrantes ilegales). El desempleo se encuentra en niveles altísimos y la clase media sigue desapareciendo (1 de cada 7 estadounidenses se ve obligado a utilizar foodstamps para complementar sus ingresos). Todo esto se combina para ofrecer un panorama auténticamente negro a los potenciales migrantes. El riesgo de cruzar la frontera ha crecido, ya que la grave situación de la economía de E.U. vuelve a su población más reaccionaria y más aversa a los imigrantes. El beneficio potencial para los migrantes mexicanos de ir a E.U. ya no compensa, ni de lejos, el riesgo de la travesía.
Es esta la correcta lectura de los datos presentados en el reporte de migración. No es que la situación económica en México haya mejorado en términos absolutos, pero sí ha mejorado en términos relativos respecto a la situación en Estados Unidos. Los potenciales migrantes han cambiado su comportamiento en respuesta al cambio en la situación económica internacional. El cambio en el flujo migratorio no es por sí mismo ni bueno ni malo, es simplemente una medida agregada de la toma de decisiones de millones de personas.
Todo esto debe poner presión en las autoridades para implementar reformas que ayuden a México a crecer a un ritmo más rapido. Hay que diversificar los mercados de exportación e implementar reformas en el ámbito fiscal, laboral y energético. Esos millones de personas que han decidido no emigrar necesitan trabajar en México para proveer para sí mismos y para sus familias. Por otro lado, las personas más propensas a emigrar son hombres jóvenes, los mismos que, coincidentemente, también son más propensos a trabajar para organizaciones criminales. Es un riesgo altísimo no hacer nada por ofrecer oportunidades de educación y empleo a un sector demográfico tan importante de la sociedad mexicana. No nos podemos dar el lujo de ignorarlos.
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