miércoles, 31 de agosto de 2011

Mal Clima se Avecina

Lenta pero inevitablemente ha ido empeorando el panorama económico mundial a pesar de los esfuerzos de gobiernos soberanos y banqueros centrales por contener los problemas fiscales y de endeudamiento.

Llega la noticia de que la economía canadiense (segundo destino de exportaciones mexicanas, aunque muy lejos del primero, los EU) se contrajo en un 0.4% en el segundo trimestre del presente año. Los analistas financieros se apresuraron a denominar la contracción como transitoria y a enlistar excusas (incendios en Alberta, shocks en las cadenas de distribución de la industria automotriz y de energía, etc.). Por otro lado, cada vez se acerca más el principio del fin de la saga europea. Analistas y expertos estiman que el país en el que todo comenzó, Grecia, está cada vez más cerca de declararse incapaz de pagar sus deudas, lo que implicaría para aquellos desafortunados que le prestaron dinero al pueblo donde nació la democracia que terminarían recuperando tal vez menos de la mitad de su capital.

Por otro lado, en razón de todo lo que ocurre a su alrededor, la economía mexicana creció a un ritmo menor al esperado en el segundo trimestre de 2011 y ha visto recortados sus pronósticos de crecimiento para la totalidad de 2011.

Las malas notas relacionadas a Canadá y México apuntan a un solo y obvio culpable, el negro panorama económico estadounidense. Ben Bernanke la semana pasada anunció en una esperada conferencia de prensa lo que muchos esperaban que anunciara: nada de acción concreta por el momento, pero disposición a hacer más si hace falta. Más de qué, la verdad no se sabe. Los beneficios de emplear política monetaria para 'impulsar' la economía estadounidense siempre han sido muy marginales, y cuando la Reserva Federal ya ha intervenido varias veces logrando resultados mixtos, por decirlo amablemente, dejarle a Bernanke todo el peso de reactivar la economía resulta francamente absurdo.

Con respecto a Europa, la razón por la que finalmente el desenlace de la crisis financiera se ve cerca es que ya no hay lugar donde esconder la insolvencia de los diferentes agentes involucrados. Los países como Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia que tienen problemas para pagar su deuda ya no pueden ser rescatados, porque incluso los países más 'estables' de Europa (Alemania, Francia) ya se están quedando sin dinero qué prestar. Asimismo, los bancos que compraron los bonos emitidos por los países endeudados tendrán que afrontar las pérdidas que incurrirán, y ya no hay dinero para recapitalizarlos tampoco. Esto implica que las deudas que no se puedan pagar terminarán convirtiéndose en pérdidas para todos que aquellos que 'invirtieron' su dinero en deuda emitida por los fiscalmente débiles países europeos.

Sólo cuando esas pérdidas sean asimiladas y reconocidas, el proceso de curación puede comenzar.

jueves, 25 de agosto de 2011

Arte y Capitalismo - ¿Amigos o Enemigos?

El escritor rumano Norman Manea escribe para Project Syndicate su opinión sobre el siempre polémico tema de la relación entre arte y capitalismo. El aspecto fundamental de dicha relación es si el capitalismo es benéfico para el arte o si es una amenaza para el mismo. Algunos dirían que la verdad está en un punto medio. El sistema capitalista permite la existencia del arte hasta cierta medida, pero un poco de "contaminación" del mundo artístico es inevitable en sociedades donde los mercados abiertos y la competencia predominan.

El arte es parte del paquete cultural de cualquier civilización humana. Es una forma de expresión que se vale de prácticamente cualquier medio que se encuentre al alcance para comunicar un mensaje. Por esto mismo, se puede argumentar que el arte es un medio de comunicación más valioso que cualquier sistema de lenguaje en la historia de la humanidad. Asimismo, ya que el destino del arte está eternamente vinculado al destino de la humanidad, mientras exista la especie humana, existirá el arte en alguna u otra forma.

Pero ¿qué lugar ocupan el arte y la cultura en el mundo contemporáneo, en el mundo globalizado, en el mundo capitalista, de hoy? Manea nos dice:

La cultura es una pausa necesaria de la cotidiana carrera de locos, de nuestros entornos políticos caóticos y frecuentemente vulgares, y es una oportunidad para recuperar nuestra energía espiritual. Grandes libros, grandes obras musicales, y grandes pinturas no sólo son una extraordinaria escuela de belleza, verdad y bien, también son una manera de descubrir nuestra propia belleza, verdad y bien – este es el potencial para cambiar, para mejorarnos a nosotros mismos y mejorar, incluso, a algunos de nuestros interlocutores.

Hasta aquí todos de acuerdo. Pero Manea procede a mostrar preocupación por el destino del arte en el mundo actual:

Si este descanso y refugio se hace gradualmente más estrecho y es invadido por el mismo tipo de "productos" que dominan el mercado de masas, estamos condenados a ser prisioneros perpetuos del mismo raquítico universo de “practicidades”, que es una rústica aglomeración de clichés envasados en anuncios.

La mayoría de nosotros ya hemos escuchado estos argumentos. Nos preocupamos por la amenaza que representa para las auténticas obras de arte el hecho de que si algo no tiene valor de mercado, no será financiado. Los caprichos de los agentes económicos que participan en el mercado dictan que obras demasiado "complejas" o sustancialmente originales, las cuales por definición no serán apreciadas por un gran número de personas (por lo menos en primera instancia) no tienen cabida en un sistema capitalista.

Aquí es donde debemos preguntarnos ¿cómo han surgido a lo largo de la historia las grandes obras artísticas? Tratando de encontrar una respuesta sincera a esa pregunta nos daremos cuenta que el arte no está vinculado con el sistema socioeconómico de cierta época. Ni siquiera está vinculado al sistema político. Ni condiciones económicas, ni opresión política, ni marginalización social han logrado nunca erradicar el instinto creativo ni el impulso artístico. Los genuinamente grandes artistas de la historia no tomaron el camino artístico con el fin principal de obtener fama y fortuna. Lo hicieron porque no tenían opción. Cervantes, Van Gogh, Miguel Ángel, Borges, Shakespeare y tantos otros hicieron lo que hicieron porque es lo que más preferían hacer. Muchos de los grandes artistas vivieron y trabajaron en probreza, y su grandeza sólo fue reconocida hasta mucho tiempo después de que dejaron de existir.

La pobreza y la escasez económica no matan al arte. La opresión política y la censura no matan al arte. Por lo tanto, no es inconcebible concluir que el capitalismo y la globalización tampoco matarán al arte.

Pero ¿cuál es el efecto del capitalismo y de la globalización en el tamaño del público que disfruta de obras auténticamente artísticas? El capitalismo, con sus raíces en la libertad individual, por un lado es bueno para el arte, ya que le permite a cualquier persona con disposición artística a perseguir ese llamado. Por otro lado, el capitalismo le ofrece al público la opción de disfrutar de potencialmente más "oferta" de arte. La preocupación de Manea y muchos otros como él es que el público terminará por preferir lo entretenido sobre lo artístico, lo familiar sobre lo intelectualmente retador, lo comfortante sobre lo desafiante.

¿Es eso culpa del capitalismo? Hay que tener cuidado con las conclusiones. Ése fue precisamente el érror de los sistemas autoritarios producidos por los fallidos experimentos socialistas y comunistas del pasado. No se le puede decir a la gente qué ver y qué escuchar y qué leer. No de manera sostenible. Es cierto que en el mundo capitalista las maquinarias de la publicidad, del marketing, de las relaciones públicas y demás industrias relacionadas se apoderan cada vez más de la atención de la gente, sin que ésta demuestre mucha resistencia. Pero la solución no es obligar a la gente a actuar de cierta manera. 

La solución, en todo caso, reside en la educación. Hay que equipar a la gente con herramientas que les permita identificar cuándo están siendo manipulados, cuándo los están atestando de propaganda comercial. Asimismo, la educación artística tiene mérito propio, por las razones citadas por Manea, y por el hecho de que la creación y la apreciación artísticas son manifestaciones y ejercicios intelectuales que le ofrecen a la humanidad la oportunidad de ver y entender mejor tanto el mundo que le rodea como el que reside en cada uno de sus miembros.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Desigualdad

La revista Foreign Policy publicó recientemente una columna que explora bruscamente el tema de la desigualdad en México, y el panorama que pinta no es para nada bonito. Sin embargo, como es de esperarse de una columna denominada The Optimist, el texto termina por presentar resultados positivos concretos que ha logrado el país en la lucha contra la pobreza. Y la conclusión del texto es que a pesar de que el nivel de desigualdad que existe en México es de dar vergüenza, la situación sería peor de no ser por ciertas medidas implementadas por el gobierno federal desde el año 2000.

Muchos países alrededor del mundo, incluyendo el resto de los emergentes, presentan condiciones de desigualdad conmocionantes, pero México demanda atención particular por ser hogar del hombre más rico del mundo. Como lo dice el artículo, "la distancia entre Slim y el mexicano más pobre es casi seguramente más grande que la distancia entre el más rico y el más pobre de cualquier otro país en el mundo".

Charles Kenny escribe:

... (Vivir en) pobreza absoluta se define como vivir con un ingreso igual o menor a $1.25 USD diario. Es un nivel de ingreso que sugiere que más del 60% del gasto se dedica a alimentos -aunque la dieta comprada con este monto es casi seguramente demasiado limitada para proveer nutrición adecuada. La cifra de $1.25 USD es en moneda Paridad de Poder Adquisitivo (ver aquí y aquí) -ya que un dólar compra más en un país pobre que en uno rico, y el cálculo del nivel de pobreza toma en cuenta este hecho. A tasas de cambio de mercado -como las de los bancos- la frontera de la pobreza en México se encuentra más bien en $0.79 USD diarios. Más de 3.5 millones de mexicanos subsistieron con un ingreso menor a ese en 2008, según el Banco Mundial. Así es que el dinero que Slim perdió en los primeros días de agosto (debido a la baja de los mercados bursátiles) equivale a más de siete veces el ingreso de los 3.5 millones de mexicanos que viven en pobreza absoluta.
Pero como muchas otras cosas en el mundo, la pobreza absoluta también es relativa. Kenny continúa:

Vivir en pobreza absoluta en México tiene ventajas respecto a ser pobre en otros lugares del mundo. Por ejemplo, según economistas del MIT, 95% de los más pobres en México tiene acceso a electricidad, comparado con alrededor de 1% de los que viven con ingreso similar en Tanzania. Por otro lado, la gran mayoría de los más pobres de Tanzania poseen tierra, en contraste con la pequeña minoría de mexicanos que posee tierra. Y a pesar de la mejor provisión de algunos servicios públicos, la vida continúa siendo difícil para los más pobres de los mexicanos. Se reporta que en áreas rurales casi uno de cada 14 niños mexicanos muere antes de su primer cumpleaños -una proporción casi tan mala como la de Costa de Marfil.
¿Cuáles son las condiciones que permiten que en un país exista tal nivel de desigualdad? Sería más fácil explicar la pobreza si todo el país fuera uniformemente pobre. Pero no es así. El hecho es que en un país perpetuamente emergente como México, millones de sus habitantes no han logrado escapar del agobio de la escasez extrema al mismo tiempo que el sistema produjo a un magnate entre magnates. La riqueza reportada de Carlos Slim (74 mil millones de dólares) excede la del segundo hombre más rico del mundo, Bill Gates, por 18 mil millones de dólares. En comparación, el PIB de Paraguay en 2010 fue de sólo 17 mil millones de dólares.

La verdad es que el sistema que produjo la riqueza de Carlos Slim en un país con tantos pobres como México es un sistema fallido e injusto. Muchos errores tremendos se cometieron en el nombre de la liberalización, la cual se llevó a cabo de forma atrabancada. Lo peor del caso es que corregir los males cometidos hace tanto tiempo resulta mucho más difícil de lo que nadie pudiera imaginar. En palabras del autor del artículo, "Que un país pueda ver tal disparidad sugiere una falla de gobernancia -en particular, una falla en controlar las ganancias monopólicas para los de arriba y en crear oportunidades para los de abajo".


Es necesario recalcar que México no fue el primer lugar donde se dieron errores de ese tipo. Pero lo que sí es particular del caso de México es que la magnitud de las consecuencias de dichos errores se magnificaron de forma extraordinaria debido a la época en que sucedieron. En concreto:
(Slim) fue parte de un consorcio que compró Telmex del gobierno en 1990, pagando el costo de la compra gradualmente a través de los siguientes años usando los ingresos de la empresa. Telmex retuvo estatus de monopolio legal en gran parte del sector por los siguientes seis años y continuó como monopolio de facto en muchos segmentos después de esa duración... En 1997 cobraba dos o tres veces el costo de las llamadas entrantes de los E.U., lo cual le valió entre $250 y $330 millones en ganancias en el 2000. Existe una gran tradición global de los über-ricos haciendo fortunas gracias a la falta de regulación o a monopolios apoyados por el gobierno, como John Banks de la East India Company, la Standard Oil de John D. Rockefeller, o la ferrocarrilera Northern Securities de J. P. Morgan. Slim es sólo el más reciente magnate en beneficiarse. Pero la historia reciente de Telmex sugiere que los reguladores no hicieron su trabajo.
La desigualdad económica es una consecuencia natural del sistema capitalista. Por sí misma, la desigualdad no es necesariamente buena ni mala. Si la gente de menores recursos ve que ahorrando dinero e invirtiendo tiempo y esfuerzo puede incrementar su ingreso (abriendo un negocio, estudiando, preparándose para obtener un mejor empleo, etc), entonces la desigualdad sirve como factor de motivación para que la gente mejore su situación socioeconómica. Pero cuando la desigualdad económica es consecuencia obvia de un sesgo injusto e injustificado en las reglas que le permiten a una élite que es minoría enriquecerse a costa del resto de la población, la desigualdad económica se convierte en una perversidad.

Pero hay buenas noticias, según el artículo. En los últimos años se han obtenido importantes logros en la batalla contra la pobreza. Específicamente, se hace referencia al programa Oportunidades implementado por el gobierno federal. Vale la pena mencionar que la efectividad y el éxito de dicho programa ha resultado en la imitación del programa en otros países, como Brasil.


El artículo indica:
Al programa (Oportunidades) se le atribuye una quinta parte de la reducción de la desigualdad en el país desde mediados de los 90s hasta la mitad de la década pasada. Las mamás registradas en el programa dieron luz a niños que pesaron en promedio 127 gramos más al nacer... niños con edades de entre 12 y 17 años de familias participantes son entre 9% y 12% más propensos a estar registrados en la escuela que los niños de familias que no participan en Oportunidades, mientras que las niñas son entre 13% y 14% más propensas a estar registradas en la escuela. Asimismo, los niños de familias participantes en el programa Oportunidades son más propensos a mantenerse en la escuela, a estar saludables, a no fumar ni beber y a tener menos parejas sexuales.
Resulta evidente que Oportunidades no es panacea. Es, si acaso, sólo un paso en el camino a darle a los más marginados una oportunidad de participar en la sociedad mexicana, con las obligaciones y potenciales beneficios que eso conlleva. Pero para que dichos potenciales beneficios se concreten para una fracción cada vez mayor de la población es necesario mejorar también la gobernancia. Es necesario romper el poder monopólico de los imperios mal ganados, y aquí nos referimos no sólo a grandes corporaciones, sino también a instituciones sindicales e incluso al poder excesivo de las autoridades gubernamentales sobre ciertas industrias. A pesar de todos los errores, la competencia abierta y justa en un sistema de libre mercado sigue siendo la manera más efectiva de impulsar la innovación y la productividad para elevar las condiciones de vida en una población.

jueves, 18 de agosto de 2011

Flexibilidad Cuantitativa

Un muy buen analista financiero de los E.U., John P. Hussman, publica en su comentario semanal  una severa y muy acertada crítica de la política de Flexibilidad Cuantitativa (en inglés conocida como QE – Quantitative Easing) implementada por Ben Bernanke en la Reserva Federal de los Estados Unidos. Para los que saben de finanzas, los comentarios semanales de Hussman sobre los mercados financieros estadounidenses son lectura obligada.

En resumen, la Flexibilidad Cuantitativa consiste en que la autoridad monetaria de un país, en este caso la Reserva Federal de E.U., imprime papel moneda para comprar activos de inversionistas privados. Según la Reserva Federal, esto daría liquidez a los mercados financieros y le permitiría a los inversionistas reciclar esos fondos que recibieron a cambio de activos, dándole un empuje a la economía.

El problema es que la falta de dinamismo en la economía estadounidense no es un problema de falta de liquidez, sino de solvencia. Como se ha mencionado anteriormente, la falta de demanda en ese país se debe a exceso de acumulación de deuda, lo cual deprime el consumo, lo cual resulta en crecimiento económico nulo o negativo en el corto plazo.

Sin embargo, la política de Flexibilidad Cuantitativa se implementó de todas maneras, y a pesar de que no tuvo el impacto positivo que Ben Bernanke, jefe de la Reserva Federal, hubiera querido, sí que tuvo una larga lista de consecuencias imprevistas, o externalidades, como los economistas las llaman. Hussman las enumera para nosotros:
Sin duda, una de las nociones que mantiene el optimismo en Wall Street es la esperanza de que la Fed saque otro conejo del sombrero al iniciar QE3. Es un bonito sentimiento, pero hace caso omiso de un pequeño detalle: QE2 no funcionó.

De hecho, eso no es totalmente justo. La Reserva Federal tuvo éxito en provocar un frenesí especulativo en los mercados financieros, que ahora se ha desvanecido por completo. La Fed también tuvo éxito en apalancar su Balance General por más de 55-a-1 (más de lo que Bear Sterns, Lehman, Fannie Mae, Freddie Mac, o incluso Long-Term Capital Management pudieron lograr), y llevar la base monetaria a más de 18 centavos por cada dólar de PIB –un nivel que requiere las tasas de interés de corto plazo a mantenerse por debajo de los 3 puntos base para mantener la estabilidad de precios. La Fed también tuvo éxito en provocar una ola de acaparamiento de materiales brutos que afectó las cadenas de abastecimiento globales y dañó a los más pobres de los pobres –particularmente en países en desarrollo. La Fed tuvo éxito en desatar un muy predecible decline en el valor del dólar americano. Tuvo éxito en castigar a ahorradores y a los reacios al riesgo, y en empujar a los inversionistas a buscar rendimiento en inversiones riesgosas que normalmente evitarían si no fuera por la ausencia de rendimiento. Tuvo éxito en incitar a los que contaban con Balance General sólido a pagar deuda de alto interés acumulada y en crear un incentivo para aquellos con Balance General débil en incurrir más deuda a tasas bajas, resultando en un deterioro simultáneo de la calidad de crédito y de la compensación al riesgo en el sistema financiero. La Fed tuvo éxito en aumentar las ganancias cambiarias de los bancos que operan como vendedores primarios, al anunciar con precisión qué activos compraría antes de las subastas de bonos de la tesorería y comprándolos en el mercado abierto días después de los mismos compradores que los adquirieron. Tuvo éxito en crear un portafolio de activos de bajo rendimiento que será casi imposible liquidar sin pérdidas de capital a menos que la Fed mantenga dichos activos hasta la madurez. Poniéndolo en perspectiva, la lista de éxitos de la Fed gracias a QE2 es nada menos que sorprendente.

Escapa a la comprensión el por qué alguien querría más de esta irresponsabilidad.
La pieza original en inglés y en su totalidad se encuentra disponible sin costo en http://www.hussman.net/.

Amenazas / Oportunidades

The Economist publica en su edición más reciente un breve perfil del panorama que se les presenta a los países latinoamericanos en el corto y mediano plazo en lo referente a crecimiento económico. En general las noticias son buenas, pero también se incluye una nota de precaución en cuanto a no dejarse llevar por el optimismo y caer en la complacencia.

El corto plazo presenta mayor peligro que el mediano y largo plazo. Si la crisis de deuda en la Unión Europea no se resuelve de manera ordenada, lo que se puede esperar que ocurra antes de que termine el año corriente es que tarde o temprano llegará un shock parecido al que ocurrió cuando cayó Lehman Brothers en 2008. Un evento de ese tipo obligaría a inversionistas, compañías privadas y bancos a sacar fondos que tenían invertidos en países emergentes para cubrir pérdidas incurridas en Europa y para protegerse de la sequía de liquidez que seguramente golpearía al mundo financiero a nivel global. En ese caso, los países emergentes verían salir divisa extranjera, caería la inversión, se devaluarían sus monedas, y se podría caer en recesión y aumento de desempleo.

Ese sería el peor de los casos, y aún bajo esa posibilidad, los países latinoamericanos cuentan con herramientas que les permitirían mantener la economía a flote:

Tras nueve meses de subir tasas de interés con el fin de enfriar la demanda, los bancos centrales pueden volver a cortar en caso necesario (aunque la preocupación por la inflación significa que no se apresurarían a hacerlo). Los déficits fiscales son relativamente modestos. Lo mismo va para la carga de deuda pública: excluyendo al Caribe, que se encuentra altamente endeudado, el promedio de nivel deuda es 32% de PIB, según la Comisión Económica de la ONU para Latinoamérica.
Por otro lado, una devaluación temporal de las monedas latinoamericanas le ayudaría a sus exportadores al hacer los precios de sus productos más atractivos en los mercados foráneos.

En el mediano y largo plazo, ante la caída de demanda en los países ricos, los países latinoamericanos deben buscar nuevas fuentes de crecimiento económico. Si los países ricos tienen problemas económicos y no pueden comprar bienes importados al mismo paso al que lo hacían antes, los países emergentes tienen dos alternativas: buscar mercados de exportación alternativos o impulsar el consumo interno. Afortunadamente, ambas opciones parecen viables.

…el principal motor de crecimiento para Sudamérica en particular ha sido la demanda china de sus minerales, alimentos y otras materias primas. Esa tendencia parece que continuará. Además, el crecimiento proviene cada vez más del consumo de los latinoamericanos mismos, gracias a miles de millones que escapan de la pobreza y se benefician de crédito recientemente disponible. Por ejemplo México, que sufrió más en 2009 y es vulnerable al bajo crecimiento de los E.U., tiene más oportunidad que los otros países de la región para incrementar el crédito interno.

Pero, ¿será suficiente para los países latinoamericanos depender de China y de sus mercados internos para crecer al ritmo que les permita seguir disminuyendo sus tasas de pobreza? La respuesta en el largo plazo es no. Lo que necesita Latinoamérica para crecer a ritmo sostenible es aumento en productividad (algo a lo que se ha hecho referencia anteriormente en este espacio aquí y aquí)

… la mayoría de los países (latinoamericanos) no ahorran ni invierten lo suficiente. Y no utilizan sus recursos de manera eficiente. McKinsey, una consultoría, publica que entre 1991 y 2009 la productividad laboral en Latinoamérica creció a un ritmo anual de sólo 1.4%, comparado con 3.9% en Corea del Sur y 8.4% en China. Las razones de este pobre desempeño incluyen el gran tamaño de sus economías informales, rígidas leyes laborales, falta de innovación en sus empresas y deficiente inversión pública en educación e infraestructura de transporte.

Es cierto que el panorama global presenta amenazas para el crecimiento de los países emergentes, en particular los latinoamericanos. Pero también es cierto que dichas amenazas externas son, hasta cierto punto, manejables. La verdadera amenaza es la complacencia y la falta de urgencia que se pueden presentar en los países latinoamericanos. Si estos fallan en implementar reformas estructurales en el ámbito laboral y de educación, y si no administran con mayor eficiencia sus recursos, eligiendo gastarlos en ganar votos y simpatías en vez de invertirlos en infraestructura y capital humano que impulse sus economías, entonces la culpa de una posible desaceleración del crecimiento residiría totalmente en ellos mismos.

miércoles, 17 de agosto de 2011

¿El Principio del Fin?

Parece que poco a poco se va aclarando el perennemente ambiguo e incierto panorama económico mundial. Muchos dirían que estamos actualmente en un período de transición en el que la balanza de poder poco a poco se inclina a favor de los países emergentes y en contra de los antiguamente denominados países ricos.

El reconocido economista Nouriel Roubini presenta un resumen de la crisis financiera que comenzó en 2008 y que sigue persiguiendo a las economías mundiales, sobre todo a las "ricas". Acertadamente, Roubini identifica la base del problema: el endeudamiento excesivo. Roubini también presenta su opinión sobre la manera en que la etapa final de la transición al nuevo orden económico mundial se puede presentar.

No es necesariamente malo que algún agente económico, ya sea individuo, empresa, o entidad gubernamental, incurra deuda. Incurrir deuda puede ser una decisión racional si el contar con capital prestado hoy implica un mayor nivel de ingresos en el futuro que permitirá pagar esa deuda. El problema ocurre cuando la deuda se incurrió en condiciones desfavorables para el endeudado (incurrió demasiada deuda o incurrió deuda a tasas de interés excesivas), o cuando el monto que se le prestó al endeudado se gastó de manera ineficiente y se falló en llegar a mayores niveles de ingreso que permitieran pagar la deuda.

El problema de endeudamiento de los países desarrollados se llevó a cabo a través de muchos años, no es algo que ocurrió de la noche a la mañana. En E.U., las tasas de interés se mantuvieron artificialmente bajas por años con el fin de evitar períodos prolongados de bajo crecimiento económico. Además, la falta de regulación en los mercados bancarios resultó en el endeudamiento de muchos individuos de deficiente perfil crediticio que, cuando las cosas finalmente cambiaron, no tenían manera de pagar dicha deuda. Este crédito que se le extendió a personas que muchas veces no tenían ni trabajo ni ingresos ni activos se utilizó para impulsar el consumo y, por ende, el crecimiento económico, a corto plazo. Los países que vivieron este tipo de situación en efecto vendieron su futuro para disfrutar de bienestar y "crecimiento" económico insostenible.

Y la razón por la que este método es insostenible es que tarde o temprano llega el momento de pagar la deuda incurrida. Cuando eso pasa, el consumo (y, por lo tanto, la actividad económica) se deprime, debido a que ingresos que de otra manera se gastarían en bienes y servicios, ahora se tienen que destinar a pagar deuda acumulada. Este es el meollo del asunto actualmente. Esta es la razón por la que los países "ricos" no logran encender su motor económico y registrar crecimiento. La demanda interna de bienes y servicios en esos países está deprimida, y lo seguirá estando por mucho tiempo. Esto es debido a un círculo vicioso en el que el proceso de desapalancamiento deprime la actividad económica, lo que implica baja inversión por parte de negocios y aumento de desempleo, lo que implica menos ingresos para los endeudados, lo que implica que no pueden seguir pagando su deuda, por lo que tienen que incurrir más deuda... y así sigue.

Escribe Roubini:
Hasta el año pasado, los políticos siempre pudieron sacar un as de bajo la manga para reactivar los precios de los activos y detonar la recuperación económica. Estímulo fiscal, tasas de interés de casi cero, dos rondas de "flexibilización cuantitativa", separación estricta de las deudas incobrables y billones de dólares en rescates y provisión de liquidez para los bancos y entidades financieras: las autoridades ejecutivas intentaron todo esto. Ahora se han quedado sin ases.

Una vez que los gobiernos de los países con problemas de este tipo se dieron cuenta de que si no intervenían toda su infraestructura económica y financiera se podría venir abajo, la solución más rápida que se les ocurrió fue la de convertir toda esa deuda privada en deuda pública. Los gobiernos comenzaron a financiar a los bancos que irresponsablemente emitieron crédito a personas que no iban a poder pagar ese dinero en el futuro. Este paso va en contra de uno de los principios fundamentales del capitalismo. Toda actividad económica implica un riesgo, pero es precisamente la asimilación de ese riesgo, así como de sus consecuencias tanto positivas como negativas, lo que hace de la máquina capitalista la "menos peor" en lo referente a la conducción de una economía. Al asumir la deuda privada y proteger a entidades financieras de las desastrozas consecuencias de sus actos irresponsables, los gobiernos violaron la esencia del sistema capitalista.

Adelantando un poco la cinta para llegar a agosto de 2011, nos encontramos con que los gobiernos que asumieron cantidades industriales de deuda privada también tenían problemas de endeudamiento por sí mismos. Años de irresponsabilidad fiscal en los que los gobiernos de los países ricos pedían prestado dinero para mantener el crecimiento de la burocracia y de los sueldos de los funcionarios públicos, para incrementar el gasto público con el fin de ganar votos, para mantener contentos a grupos de interés, para ofrecer beneficios sociales, pensiones, seguro médico "gratuito" a números cada vez mayores de personas, resultaron en un problema de deuda espeluznante que tiene a la Unión Europea al borde de la quiebra, a Japón en crecimiento nulo, y sigue llevando a los E.U. cada vez más cerca del precipicio.

Roubini menciona:
Para permitir que las economías orientadas al mercado operen como deberían y como pueden, tenemos que retornar al equilibrio adecuado entre los mercados y la provisión de bienes públicos. Esto significa alejarse tanto del modelo anglosajón de laissez-faire y economía vudú como del modelo europeo continental de los estados de bienestar impulsados por el déficit. Ambos modelos están resquebrajados.

"Nada es gratis" no es sólo una ley económica, también es una ley de las ciencias naturales. El hecho de que un país sea denominado "rico" no implica que no tiene que trabajar para pagar lo que consume. Un país "rico" no tiene derecho divino, ni nada remotamente parecido, que le permita gastar más de lo que produce en el largo plazo. Como ciudadanos estamos acostumbrados a pedir cada vez más de nuestros gobiernos, y las demandas incrementan cuando se percibe que al país le está yendo bien. Pedimos de nuestros gobiernos educación, cuidado médico, inversión en infraestructura y muchas cosas más, pero rápidamente olvidamos que el gobierno no produce nada. Toda actividad del gobierno es financiada por los impuestos que pagamos los ciudadanos.

Un país que fue rico en el pasado de ninguna manera tiene garantizado seguir siéndolo en el futuro. Cuando la transición al nuevo orden económico mundial esté finiquitada, la clasificación de países "ricos", "pobres" y "emergentes" se verá muy diferente de como se veía hasta antes de la crisis. Como consecuencia, y debido a que poder es una función de riqueza, la distribución de poder entre los países también se verá en gran medida afectada por las consecuencias de la crisis.

domingo, 14 de agosto de 2011

El Lado Amargo del Optimismo

Andrés Oppenheimer escribe en esta pieza sobre la ventaja que puede tener para México el hecho de que en China el nivel de salarios haya registrado un incremento significativo en los últimos años. Concretamente, menciona que México puede tener razón para "celebrar", ya que el hecho de que los trabajadores chinos ganen ahora más dinero que hace diez años implica que muchas de las empresas foráneas que establecieron operaciones manufactureras en ese país ahora buscarán regresar a México, porque ya no es redituable para ellas seguir operando en un lugar donde los salarios son tan altos. México debería entonces ver un incremento en la inversión extranjera directa, lo cual crearía empleos e impulsaría las exportaciones.

A principios de la década de los '00s, México vió niveles de paranoia altísimos debido al ingreso de China a la Organización Mundial de Comercio. El consenso general era que una porción importantísima de la inversión extranjera que elegía a México como destino terminaría mudándose a China, debido principalmente a la ventaja que presentaba para las compañías extranjeras manufactureras el nivel tan bajo de salarios que existía en ese entonces en el gigante asiático.

En efecto, China vió incrementar su nivel de inversión extranjera, así como vió incrementar su participación en el mercado de bienes importados en Estados Unidos. México se vió negativamente afectado en ambos rubros, y es difícil argumentar que dichas disminuciones no estuvieron relacionadas con las ganancias experimentadas por China.

Aquí vale la pena hacerse una pregunta: ¿por qué varían los niveles de salarios de un país a otro? O, específicamente, ¿por qué en ese punto en el tiempo el chino promedio ganaba un salario inferior al mexicano promedio? La respuesta está vinculada a dos factores: la proporción de capital en relación a labor disponible, y la tasa de productividad en cada país. Cuando en un país existe más labor disponible (léase mayor número de trabajadores) que capital (léase maquinaria, infraestructura, etc.), el salario que se le paga a los trabajadores es menor, porque al existir en abundancia, es más fácil conseguir trabajadores. En cuanto a productividad, ésta se relaciona con el nivel de producción por trabajador. La tasa de productividad aumenta cuando un mismo trabajador genera más producción utilizando los mismos recursos. Una fuerza laboral con productividad más alta que la de otro país gana mayor salario porque produce más bajo las mismas condiciones.

A principios de la década mencionada, el nivel de salarios en México era más alto que el de China. Con base en la explicación anterior, se deduce que la productividad en China probablemente era más baja que en México en ese entonces, y/o que el capital en China escaseaba en relación a labor aún más de lo que escaseaba en México (es decir, China contaba con menos máquinas, carreteras, puertos, etc. por trabajador que México).

Siguiendo con esta lógica, si hoy nos dicen que los niveles salariales en China ahora son más altos que en México, ¿qué podemos concluir? Pues obviamente, que México se ha quedado atrás de China en cuanto a productividad y/o en cuanto a la proporción de capital con respecto a labor. Quiere decir que, todo lo demás constante, un trabajador chino produce más que un mexicano. Quiere decir que ahora China cuenta con más capital instalado en relación a su número de trabajadores que México.

Es cierto que en el corto plazo, y dada la tremenda incertidumbre que presenta el panorama económico internacional, no estamos para cuestionar fuentes de inversión extranjera, sobre todo si dicha inversión terminará generando empleos que tanto necesita nuestro país. Sin embargo, nunca debemos pasar por alto la oportunidad de ejercitar nuestra capacidad de análisis crítico. ¿Qué ha hecho China en los últimos diez años que le permitió rebasar a México en los ámbitos de productividad, capital, y nivel de salarios? ¿Por qué México se quedó estancado? ¿Por qué los trabajadores chinos vieron incrementar de manera significativa su nivel de vida mientras los mexicanos no lograron ver ese tipo de beneficios?

La respuesta es tan compleja como es extensa, pero la versión resumida haría alusión probablemente a una década perdida en la que México vio estabilidad sin crecimiento y vió disciplina sin progreso. México creyó que podría depender para siempre de los E.U. no sólo como principal socio comercial, sino también como destino de su exceso de trabajadores. Error gigantesco que se ha pagado durante la actual crisis, y que mancha la ocasional "buena noticia" como la que pretendía propagar el Sr. Oppenheimer. En México hasta el optimismo puede resultar amargo.

martes, 9 de agosto de 2011

Señales Mixtas

La precariedad de la situación económica mundial no hace caso de fronteras. Cualquier país con un mínimo grado de apertura al resto del mundo sufrirá repercusiones ocasionadas por los eventos que acontecen en las economías tradicionalmente "ricas" como los Estados Unidos y la Unión Europea. México, cuya salud y crecimiento económico en gran medida dependen de su vecino del norte, de ninguna manera es excepción. Por el contrario, es un ejemplo perverso que demuestra que incluso países monetariamente disciplinados y fiscalmente responsables pueden verse golpeados por la oleada de problemas económicos de economías foráneas.

Es cierto que independientemente de la situación económica mundial que se ha vivido desde 2008, México podría (debería)  estar creciendo económicamente a tasas más altas de las que ha realizado. Pero poniendo eso de lado por un momento, también es cierto que México ha sido un país que ha implementado exitosamente disciplina fiscal y monetaria. Mientras lo anterior no es suficiente para alcanzar crecimiento a ritmo acelerado, definitivamente es necesario, y hay que reconocer el buen trabajo que se ha hecho en esa materia.

Pero si Estados Unidos sucumbe a una segunda recesión México se verá gravemente afectado, tal como ocurrió hace un par de años. La razón es la sobredependencia de la economía mexicana de la estadounidense. A pesar de ser un país con el número más grande de tratados comerciales internacionales, México no ha sabido (¿podido?) diversificar sus exportaciones. La diversificación, como cualquier inversionista lo sabe, es el factor clave en la diseminación de riesgo. Ningún inversionista que se jacte de serlo, y ninguna economía que busque crecimiento sostenible a mediano y largo plazo, debe poner todos sus huevos en una sola canasta.

Y en pocas palabras, eso es precisamente lo que menciona el Wall Street Journal aquí. La salud de un individuo (léase: economía) no es factor determinante en su riesgo de contagio. El contagio puede ocurrir en gran medida gracias a factores externos y, en muchas ocasiones, a la mala suerte. México creó su mala suerte al fallar, por décadas, en diversificar sus exportaciones.

Un síntoma relacionado con este asunto de la maligna incertidumbre económica a nivel internacional es el del flujo de migrantes. Se reporta que el flujo migratorio en México se redujo a prácticamente cero entre Marzo de 2010 y Marzo de 2011. En otras palabras, el número de personas que ingresaron a México durante ese período y el número de personas que se fueron de México fueron prácticamente iguales. Esto es un gran cambio respecto al punto más alto del boom migratorio mexicano, que se dió aproximadamente en 2006-2007 (y no es coincidencia que ese periodo marcó el fin del boom económico en Estados Unidos), cuando el equivalente a 0.53% de la población de México se fue del país.

Esto no es sorprendente. La gente responde a incentivos. Cuando la economía estadounidense experimentaba crecimiento (aún cuando ese crecimiento no fuera sostenible), los migrantes mexicanos tenían grandes incentivos por probar suerte en ese país. Al tomar decisiones, las personas siempre sopesan los costos y los beneficios. Es cierto que puede ser costoso cruzar las fronteras de manera ilegal, pero el beneficio potencial, en ese momento, era demasiado grande. Tan grande, de hecho, que para muchos migrantes el beneficio cancelaba el riesgo de perder incluso la vida al tratar de cruzar la frontera.

Pero esto ya no aplica en la actualidad. La economía estadounidense está creciendo a cuentagotas y presenta riesgo de caer en recesión de nueva cuenta. El sector de bienes raíces ha sufrido una corrección tremenda y los precios de las viviendas siguen bajando, así deprimiendo todo el mercado (mercado que empleaba a un gran número de migrantes ilegales). El desempleo se encuentra en niveles altísimos y la clase media sigue desapareciendo (1 de cada 7 estadounidenses se ve obligado a utilizar foodstamps para complementar sus ingresos). Todo esto se combina para ofrecer un panorama auténticamente negro a los potenciales migrantes. El riesgo de cruzar la frontera ha crecido, ya que la grave situación de la economía de E.U. vuelve a su población más reaccionaria y más aversa a los imigrantes. El beneficio potencial para los migrantes mexicanos de ir a E.U. ya no compensa, ni de lejos, el riesgo de la travesía.

Es esta la correcta lectura de los datos presentados en el reporte de migración. No es que la situación económica en México haya mejorado en términos absolutos, pero sí ha mejorado en términos relativos respecto a la situación en Estados Unidos. Los potenciales migrantes han cambiado su comportamiento en respuesta al cambio en la situación económica internacional. El cambio en el flujo migratorio no es por sí mismo ni bueno ni malo, es simplemente una medida agregada de la toma de decisiones de millones de personas.

Todo esto debe poner presión en las autoridades para implementar reformas que ayuden a México a crecer a un ritmo más rapido. Hay que diversificar los mercados de exportación e implementar reformas en el ámbito fiscal, laboral y energético. Esos millones de personas que han decidido no emigrar necesitan trabajar en México para proveer para sí mismos y para sus familias. Por otro lado, las personas más propensas a emigrar son hombres jóvenes, los mismos que, coincidentemente, también son más propensos a trabajar para organizaciones criminales. Es un riesgo altísimo no hacer nada por ofrecer oportunidades de educación y empleo a un sector demográfico tan importante de la sociedad mexicana. No nos podemos dar el lujo de ignorarlos.