jueves, 22 de septiembre de 2011

Virtudes, Vicios y la Crisis

Desde que estalló la crisis financiera en 2008 se ha escrito gran cantidad de críticas, e incluso epitafios, del sistema capitalista. La mayoría de dichos escritos comparten la opinión, de alguna manera o de otra, de que un sistema que depende de y fomenta el interés personal (la avaricia, por decirlo de otra forma) de los agentes involucrados está, por definición, condenado a fracasar.

La falla en ese punto de vista es que el sistema capitalista no es el que ocasiona la avaricia. Esa avaricia, o interés personal, existe en cada persona en un nivel u otro. Es parte de la naturaleza humana. Son las fallas humanas, los vicios, los que pueden degenerar y corromper un sistema, ya sea capitalista, socialista o comunista. 

Para lidiar con los vicios humanos que pueden ocasionar tal daño, las sociedades tienden a valerse de instituciones que ayuden a establecer derechos y obligaciones en la sociedad, con el fin de establecer límites al daño colateral que el comportamiento de individuos puede ocasionar al resto de la población.

Remontándonos a los años de la Guerra Fría, tanto el sistema capitalista como el comunista generaron instituciones que regían en cierto grado el comportamiento de los individuos en la sociedad. En teoría, las instituciones en un sistema capitalista existen para establecer las reglas del juego con el fin de que la economía se asemeje en la mayor medida posible al ideal de mercados de competencia perfecta. Esto implica disponibilidad de información para todos los agentes, libre entrada y salida de competidores en las industrias, mínima planeación central con el fin de eliminar distorsiones en la alocación de recursos, etc. Todo esto, en teoría, garantiza un alto grado de competencia en los mercados, con todos los beneficios que ello implica. La alocación de recursos y la producción en mercados competitivos son dictados no por burocracia ni por planeación central, sino por las preferencias agregadas de los agentes económicos individuales, expresadas por medio de sus decisiones de consumo, ahorro y trabajo.

Por otro lado, en el sistema comunista, el número de instituciones desarrolladas fue mucho mayor de las que existen en un sistema capitalista. Esto debido a que el comunismo tiene como objetivo controlar no sólo los medios de producción, sino también las decisiones de consumo, ahorro y trabajo de los individuos. Todo esto conlleva un despliegue de burocracia inconmesurable, que supera por mucho la burocracia que puede existir en un país capitalista de equivalente tamaño.

Entonces, vemos que tanto en sistemas capitalistas como comunistas deben existir instituciones y burocracia en algún grado. Pero las instituciones, por ser diseñadas y mantenidas por seres humanos, están bajo riesgo de ser utilizadas para los fines personales de los individuos que las diseñaron y que las mantienen. De esta manera podemos concluir que, aún cuando debemos admitir un nivel mínimo de instituciones y burocracia en nuestras sociedades, la oportunidad de raptar dichas instituciones para fines personales de los agentes involucrados aumenta con el nivel de instituciones en operación. Esto explicaría por qué los sistemas comunistas colapsan definitivamente en un momento dado, pero los sistemas capitalistas persisten, aún cuando sufren a causa de vaivenes cíclicos.

Pero finalmente, cualquier sistema que sufre de maladministración crónica y que de manera consistente consume más de lo que produce, sin importar cómo se denomine, está condenado a colapsar bajo su propio peso. La crisis financiera es consecuencia de un sistema que vió la participación de ambos factores. Vió maladministración al relajar en demasía las reglas del juego capitalista, al dar rienda suelta (por medio de falta de regulación y dinero subsidiado) a los banqueros para dominar la economía y acumular fortunas. Y también se vió seducido por la ilusión del crecimiento milagroso basado en deuda. Tarde o temprano ese juego iba a terminar.

La crisis tomará años por terminar de resolverse, pero el mundo se verá muy diferente cuando eso finalmente pase. Los países tradicionalmente ricos, que ahora son los que están en más problemas, tienen de todas formas oportunidad de recuperarse. No hay que equivocarse, la tendencia alcista de países como China y la India no tiene reversa, y su peso económico y político en el terreno de juego global terminará por sobrepasar el de muchos países desarrollados. Pero los países ricos tampoco terminarán en la ruina, sólo es cuestión de asimilar pérdidas y dar finalmente el paso al siglo XXI donde ser rico hoy no garantiza seguir siendo rico mañana.

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