Drug-Gang Battles Leave Mexico Region in Unruly State
Silver or Lead
Los dos artículos citados, el primero publicado en el Wall Street Journal, el segundo en The New Yorker, tratan sobre el estado de Michoacán y el efecto de grupos criminales como La Familia y, más recientemente, los Caballeros Templarios, en las condiciones de vida en ese estado.
Echamos primero un vistazo al artículo del Wall Street Journal. Publicado el 27 de mayo, menciona tres días de intensos enfrentamientos violentos entre grupos criminales rivales en Apatzingán. Aunque el número de muertos no ha sido revelado, sí se menciona que alrededor de 800 personas abandonaron sus hogares para buscar refugio en el pueblo vecino de Buenavista. También menciona el aterrizaje forzado del helicóptero de la Policía Federal debido a que recibió disparos.
El artículo procede con argumentos preocupantes respecto a la situación en Michoacán. Menciona el poder del cartel de La Familia, la intensificación de la violencia en el estado tal vez a raíz del asesinato en diciembre pasado de Nazario Moreno ("El Más Loco"), así como el surgimiento de Los Caballeros Templarios. Este último grupo criminal, comenta el artículo, probablemente haya sido formado por antiguos miembros de La Familia.
Asimismo, se hace referencia al acuerdo firmado entre PRI, PAN y PRD para tratar de coincidir en cuanto a la postulación de un candidato único para la próxima elección a gobernador del estado, a llevarse a cabo en noviembre. Dicho acuerdo, cuyos beneficios relativos a la lucha contra la inseguridad son cuestionables, de todas maneras ha sido aparentemente descartado.
Pero el énfasis principal del artículo, y la relación que existe con el de The New Yorker, es el relacionado a los tintes políticos que han ido adquiriendo los grupos criminales que operan en Michoacán. Al haber sido capaces de acaparar tanto poder sobre las condiciones de vida en ciertas regiones del estado, La Familia y Los Caballeros Templarios han efectivamente desplazado a las autoridades legítimas de ciertas zonas. Esto tiene repercusiones muy importantes para los michoacanos.
Es por demás preocupante el hecho de que organizaciones criminales se hayan convertido en administradores de justicia de facto en porciones del territorio nacional. Una cosa es provocar miedo y desorden en las poblaciones en las que operan, pero otra muy distinta es acaparar el tipo de poder que les permite establecer e implementar sus propias reglas, así convertirse en árbitros y mediadores para resolver conflictos entre miembros de la sociedad civil. Esto conlleva, por definición, el efectivo desplazamiento de autoridades gubernamentales y su suplantación por parte de grupos ilegítimos cuya fuente de poder es la fuerza bruta, así como la diseminación de miedo entre la población, la extorsión de la sociedad civil.
El extenso artículo de The New Yorker es un excelente trabajo de investigación respecto a los orígenes de La Familia y de la forma en que se establecieron en Michoacán, haciendo una especie de pacto con la población, surgido casi como de un Síndrome de Estocolmo. Vale la pena leerlo a pesar de lo extenso y a pesar de haber sido publicado hace más de un año (mayo 2010). Se menciona la historia no sólo de La Familia, sino también de los temidos Zetas, y no repara en detalles.
Lamentable lo que sucede en Michoacán, que se encuentra en una competencia nada honorable con el estado norteño de Tamaulipas, donde las cosas parece que también van de mal en peor. Lamentablemente, como he comentado antes, no hay soluciones fáciles. Cambios estructurales, así como cantidades enormes de resolución por parte de las autoridades para combatir a los grupos criminales serán necesarios. Desafortunadamente se viene el 2012 y la posible alternancia del poder. Sin importar quién gane la elección pesidencial el próximo año, sería un error de proporciones gigantescas no establecer el combate a la inseguridad como la prioridad número uno en su agenda.
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