Se acaba de estrenar en la pantalla grande en México el documental ¡De Panzazo! que busca encontrar respuesta al enigma que representa el deficiente nivel de educación pública que se ofrece en el país.
No he visto el documental entero, sólo el promocional aquí presentado, pero el mismo parece indicar que las respuestas típicas desfilarán otra vez en frente de la audiencia, apuntando ya sea al gobierno, al Sindicato de Trabajadores de la Educación (encabezado por la fichita de fichitas), o a la apatía general de educadores, administradores educativos y/o padres de familia.
Elba Esther Gordillo - Lideresa del SNTE |
Obviamente, la respuesta reflejo de los educadores al preguntarles qué hay que hacer para mejorar el nivel de la educación pública en México es que hay que invertir más en escuelas, salarios, equipo, etc. El promocional del documental inmediatamente niega que ese sea el problema, ya que, "México invierte 1 de cada 4 pesos en educación". Como mencioné anteriormente, no he visto el documental entero donde este dato tal vez se explique un poco mejor, pero la verdad es que esa declaración por sí misma no nos dice mucho. ¿Cuáles 4 pesos está contando? ¿Uno de cada cuatro pesos de PIB? ¿Del presupuesto federal?
México se ubica en el último lugar entre los miembros de la OCDE en las tablas de desempeño escolar. Para comparar manzanas con manzanas, y asumiendo que el problema es falta de dinero, entonces hay que ver cuánto se gasta en México en educación pública en comparación con el resto de los países de la OCDE. Esta gráfica incluye a los países de la OCDE en el eje horizontal, y en el eje vertical presenta el gasto de cada país como proporción de su PIB.
Podemos ver que México gasta sólo un poco más de 4% de su PIB en educación, lo cual es menos que el promedio de todos los países (4.6%). Pero si el nivel de educación fuera sólo función de este factor, la educación pública en México no debería ser la peor de la OCDE, sino la decimoquinta peor.
Pero tampoco esa gráfica nos dice todo lo que hay que saber. La demografía también cuenta, por lo que tal vez resulte interesante ver cuánto gasta cada país por cada uno de sus alumnos. El siguiente gráfico nos resume esa información. La barra azul de cada país representa el gasto total dividido entre el total de alumnos de cada país, mientras que el cuadrado, la cruz y el círculo representan el gasto por alumno a nivel de primaria, de secundaria y a nivel profesional, respectivamente.
Y aquí vemos que México en verdad gasta muy poco por alumno, comparado con el resto de países de la OCDE. Sólo Chile gasta menos por alumno que México (y aún así Chile obtiene mejores resultados que México en los tres sectores: lectura, matemáticas y ciencias). Tal vez ahora no resulta tan sorprendente el hecho de que entre los países miembros de la OCDE, México obtenga los peores resultados en educación.
El siguiente paso es verificar si existe alguna relación entre la riqueza de un país y el nivel de educación. Y la respuesta a esa pregunta es, como a muchas otras: depende. Los países más ricos en general sí poseen un nivel de educación más alto que el de los países no tan ricos, pero la riqueza sólo ayuda hasta cierto punto.
Para realizar la siguiente gráfica se tomó el dato de PIB per cápita de diversos países ricos y de otros no tan ricos, y después se trató de encontrar la relación entre ese dato y su desempeño en educación. Lo más interesante es que dividieron a los países incluídos en la muestra en dos grupos: países ricos y países no tan ricos, tomando como punto de división un PIB per cápita de $20,000 dólares. Esta gráfica presenta en el eje horizontal el PIB per cápita de cada país, mientras que el eje vertical presenta el desempeño de los estudiantes en lectura.
Podemos ver que sí existe una relación entre riqueza y desempeño académico en lectura, pero no es una relación constante. Para un país con PIB per cápita menor a $20,000 dólares anuales, acumular más riqueza sí puede ayudar a incrementar significativamente su desempeño académico. Sin embargo, después de rebasar el nivel de $20,000 dólares anuales per cápita, el dinero ya no ayuda tanto a mejorar el desempeño académico. Ya que el PIB per cápita en México todavía no llega a $15,000 dólares anuales, pareciera que México podría incrementar su desempeño educativo prácticamente sólo enfocándose en hacer crecer su economía (la conclusión subyacente es que al hacerse más rico, un país invierte más en educación y lo hace de manera cada vez más efectiva, tampoco se trata de actos de magia).
Y esta conclusión parece ser confirmada por esta última gráfica. El eje horizontal presenta el gasto por estudiante que hace cada país, mientras el eje vertical representa el desempeño en lectura.
De manera similar a la gráfica anterior, esta representación nos dice que para países no tan ricos, la relación positiva entre gasto en educación y desempeño académico es más fuerte que para países ricos. Entonces podemos concluir que si México quiere educación de primer mundo necesita estar dispuesto a gastar como país de primer mundo. Pero para hacer esto de manera sostenible, es indispensable impulsar el desarrollo económico del país en general.
Adicionalmente, como cualquier problema complejo, elevar el nivel de educación pública en México no se resolverá con un solo tiro. El problema de los incentivos es uno muy significativo, y es uno de los principales impedimentos para el desarrollo educativo. Actualmente la Secretaría de Educación Pública y el SNTE mantienen un monopolio sobre los servicios educativos ofrecidos en el país. A estas alturas, cualquier funcionario con el menor trazo de aptitud sabe que la competencia entre diferentes oferentes es la mejor manera de encontrar un modelo educativo que funcione. Se debe impulsar la competencia entre escuelas, administradores y educadores, con el fin de darle trabajo a los más capaces y despedir a los incompetentes. Pero los incentivos para los educadores públicos son perversos en el sentido de que protegen a todos, dándoles plazas vitalicias y sin requerir de ellos estándares mínimos de servicio y desempeño, así como tampoco hay recompensas para los educadores y administradores que mejor hacen su trabajo. En otras palabras, no hay premios ni castigos, lo cual demuestra que después de todo este tiempo el sistema de educación pública opera como si la rama de la psicología y de la motivación individual no existieran; opera como si viviéramos a principios del siglo XX en vez del siglo XXI. Mientras esto no cambie, todo el dinero del mundo no resolverá el problema de la educación en México.
Los países que mejor desempeño educativo tienen, que por lo general son países asiáticos y nórdicos, lo logran no por gastar la mayor cantidad de dinero en educación, sino porque el dinero que gastan lo gastan bien. Sí, invierten en escuelas y equipo, pero también invierten en maestros: contratan a los recién graduados con mejores calificaciones y les pagan muy bien, pero también les exigen resultados y los despiden si no hacen las cosas bien, como se hace en cualquier organización que en verdad busca ofrecer un servicio de calidad.
Finalmente, otro aspecto que sería interesante examinar sería el de darle mayor libertad y responsabilidad a los padres de familia al momento de escoger la escuela de sus hijos. Obviamente, esto requeriría la disponibilidad de opciones, decentralizando la cadena de comando que impera en el sistema educativo en México y dándole mayor libertad a escuelas individuales para establecer sus programas y estándares operativos, y para contratar y despedir maestros y maestras según su desempeño. Incluso, por qué no, se podría intentar distribuir el presupuesto educativo no entre la SEP y el SNTE, sino entre los padres de familia, haciéndoles llegar vouchers que puedan utilizar para pagar la educación de sus hijos en escuelas privadas.
Eso sí que sería una revolución.
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