domingo, 29 de enero de 2012

Ambientalismo Moderno

La revista Orion publicó en su más reciente número un ensayo muy interesante escrito por el ambientalista británico Paul Kingsnorth. El autor traza de manera convincente un retrato no muy halagador sobre lo que significa ser "ambientalista" en el siglo XXI. Kingsworth muestra su decepción respecto a la transformación que el concepto ha sufrido desde sus orígenes en los 60s. 

El movimiento ambientalista comenzó en los márgenes de la sociedad, enlistando a personas enemistadas con las normas y valores sociales de la época. Hippies, socialistas/comunistas/marxistas, feministas, experimentalistas, aficionados a las drogas recreacionales e inconformes en general, todos tenían en mayor o menor medida una afinidad con el movimiento ambientalista. Lo más relevante de esa afinidad radicaba en poner sobre los deseos y necesidades humanas la prioridad de proteger el planeta.

En cambio, lo que el movimiento ambientalista representa en la actualidad es una completa tergiversación del concepto original, al grado que la palabra se ha convertido casi en un eufemismo que ahora se refiere al siguiente paso en la marcha de homo sapiens por ejercer dominio sobre todos los rincones del planeta. La prioridad del ambientalismo ha cambiado, en vez de poner el bien del planeta en primer lugar, es ahora el bienestar del hombre el que ocupa ese peldaño. El nuevo ambientalismo no busca limitar el espacio en el que el hombre ejerce dominio, sino ampliarlo.
El ambientalismo de hoy es tanto una víctima del culto contemporáneo de la utilidad como cualquier otro aspecto de nuestras vidas, desde la ciencia hasta la educación. No somos ambientalistas ahora porque tengamos una reacción emocional al mundo natural. La mayoría de nosotros ni siquiera sabemos dónde encontrar ese mundo. Somos ambientalistas hoy para promover algo llamado "sostenibilidad". ¿Qué significa esta curiosa palabra plástica? No significa defender al mundo no-humano del siempre-en-expansión imperio de Homo sapiens sapiens, aunque algunos de sus miembros quieren pretender que lo es, incluso ante sí mismos. Significa sostener la civilización humana al nivel de comfort que los ricos del planeta--nosotros--consideramos como un derecho, sin destruir el "capital natural" o "la base de recursos" de la que dependemos para lograrlo. 
Es, en otras palabras, un pedazo de politiquería enteramente centrado en el hombre, disfrazado de preocupación por "el planeta". En muy poco tiempo--poco más de una década-- esta visión del mundo se ha vuelto omnipresente. La invoca el presidente de los E.U. y el presidente de Anglo-Dutch Shell y mucha gente además de ellos. El éxito del ambientalismo ha sido total--a costa de su alma.
Bajo el manto de este ambientalismo degenerado, el hombre no busca proteger las selvas tropicales o evitar la extinción de especies. Lo que busca es encontrar la manera de invadir los pocos nichos naturales que de alguna manera permanecen todavía libres de invasión humana y explotar sus recursos de manera "sostenible". Esto implica cubrir los desiertos con paneles solares, llenar las costas y las planicies con molinos de viento generadores de electricidad, administrar--pero no prohibir--la tala de árboles en las selvas y bosques. El nuevo ambientalismo promueve todas estas medidas, bajo la excusa de "salvar al planeta", cuando la realidad es que estas medidas siguen dañando al planeta, pero ayudan al hombre a seguir expandiendo su alcance y la capacidad de añadir aún más miembros a su población. El nuevo ambientalismo pone al hombre por encima de todo.

Resulta muy interesante el hecho de que un movimiento que surgió entre aquellos que existían al márgen de la sociedad ha terminado por ser aceptado por los miembros más prominentes de la sociedad. Las autoridades gubernamentales, los partidos políticos y las grandes corporaciones--incluyendo a los siempre vilipendiados conglomerados petroleros--ahora son "ambientalistas". Y la razón es muy sencilla: es porque ser ambientalista hoy difiere mucho de lo que era ser ambientalista hace cincuenta años.
Lo que todo esto implica debería ser suficientemente claro, pero muchas personas prefieren no verlo. Es la misma historia de siempre: la narrativa humana--expansiva y colonizadora--del progreso, buscando evitar sólo las emisiones de carbón. Es la más reciente fase de nuestra descuidada, egoísta y ambiciosa destrucción de la naturaleza, de lo no-contaminado y de lo no-humano. Es la destrucción masiva de las plazas naturales restantes con el fin de alimentar la economía humana. Y sin un dejo de ironía, la gente le llama a esto "ambientalismo".
Además de lo aquí mencionado, el artículo toca muchos puntos importantes e interesantes, por lo que vale la pena leerlo en su totalidad.  

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