El dinero no hace la felicidad pero, hasta cierto punto, bien que ayuda. Y para muestra presentamos esta gráfica cortesía de la New Economics Foundation (NEF).
El eje horizontal representa ingreso per cápita en 2003 a precios de paridad de poder de compra, (ver aquí y aquí) y el eje vertical representa el nivel de satisfacción promedio con la vida. El tamaño del círculo que representa a cada país es proporcional al tamaño de su población.
Se puede apreciar una clara relación positiva entre ingreso y nivel de satisfacción con la vida, lo cual quiere decir que, en general, mayor ingreso está relacionado con mayor satisfacción con la vida. Pero al mismo tiempo podemos observar que el cambio en el nivel de ingreso no siempre tiene el mismo efecto en el nivel de satisfacción obtenido. Entre más ingreso tiene una persona, en general, más difícil es que un aumento de ingreso siga aumentando su nivel de satisfacción. En lenguaje técnico, el nivel de ingreso tiene retornos decrecientes respecto al nivel de satisfacción.
Derek Thompson de The Atlantic ha escrito un resumen sobre los hallazgos contenidos en el reporte del NEF:
1.- En general, los países ricos son más felices, pero ya que muchos de estos países también comparten otras características--casi todos son democracias con una fuerte tradición de respeto a la propiedad privada, por ejemplo--algunos estudios sugieren que son esas instituciones las que nos hacen felices, no sólo la riqueza.
2.- En general, las personas ricas son más felices, pero los jóvenes y los de edad avanzada parecen verse menos influenciados por la búsqueda de riqueza.
3.- El dinero exhibe retornos decrecientes--como casi todo lo demás. La satisfacción aumenta con ingreso hasta más o menos $75,000 (en ocasiones el límite es $120,000). Después de esto, los investigadores tuvieron problemas en confirmar que el dinero sigue contribuyendo a la felicidad. Otros factores--como la calidad del matrimonio y la salud--adquieren relativamente mayor importancia que el dinero. Puede ser que los ricos usan su dinero para mudarse a regionas más ricas, donde ya no se sienten tan ricos. Aquellos que no son economistas pueden atribuir este efecto al principio de "no dejarse opacar por el vecino".
4.- La desigualdad en ingreso reduce la satisfacción, y mayores niveles de gasto público aumentan la satisfacción. Estas conclusiones han sido alcanzadas muchas veces... y cuestionadas también muchas veces. Lo que es aún más interesante, es que la "percepción de movilidad social" puede mitigar el efecto de la desigualdad de ingreso. Es decir, si las personas creen que pueden mejorar su posición financiera, están dispuestos a tolerar un mayor margen de desigualdad.
5.- El desempleo nos hace sentir miserables. A través de muchas encuestas, la correlación entre infelicidad y desempleo sólo es superada por la correlación entre infelicidad y mala salud. Este efecto es particularmente fuerte en Gran Bretaña, Alemania y Estados Unidos. Pero existe un consuelo extraño: si nos vemos rodeados de muchos otros desempleados, entonces no nos sentimos tan mal por estar desempleados. Por lo tanto, en ciertas regiones el alto nivel de desempleo puede "neutralizar" el efecto negativo del desempleo a nivel individual--pero esto no debería hacernos olvidarnos del problema.
6.- La inflación también nos hace muy infelices. Pero el efecto es más débil que el del desempleo. La evidencia es mixta, pero sugiere que una tasa de inflación volátil reduce el bienestar; en países con precios estables, un poco de inflación tiene un efecto pequeño en el nivel de satisfacción.
7.- Trabajar más horas te hace más feliz... hasta que te hace sentir miserable. Cuando los trabajadores se cambian de empleo de medio tiempo a tiempo completo, se vuelven más felices. Pero si se cambian de tiempo a completo a horarios extremos, la felicidad del empleo se desvanece. Parece existir una relación de U-invertida entre las horas trabajadas y el nivel de satisfacción, aunque las cifras precisas difieren de país en país.
8.- Los que pasan mucho tiempo yendo y viniendo del trabajo son más infelices.
9.- Los que son su propio jefe son más felices. Cuando los empleados creen que son buenos en lo que hacen y que su jefe los aprecia, están más satisfechos. Entonces tiene sentido el hecho de que si son su propio jefe, serán más felices en su trabajo.
10.- La deuda apesta. Pero el tipo de deuda incurrida también importa. La deuda hipotecaria no presenta alta correlación con la felicidad. La deuda incurrida con tarjetas de crédito sí que importa, ya que tiene un efecto negativo en el nivel de satisfacción. Pero en cualquier caso, un alto nivel de deuda presenta una fuerte correlación con ansiedad y depresión.
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